lunes, 15 de noviembre de 2010

Crónicas De Un Sábado En La Mañana


Alarma: 6:00 a.m

A lo Sheldon Cooper mi cuerpo se levanta antes de que suene mi alarma Safety Dance. Quiero seguir durmiendo pero el compromiso me mueve mas que la fé. Con la vista nublada busco mis ojos, un par de lentes gruesos que reemplazan mis lentes de contacto en casa. Los encuentro, miró el espejo, reviso cuando hinchados están, trato de controlar mi cabello en un gancho y busco a mi progenitora. A veces me tiene el desayuno listo, a veces no, es sábado, no tiene porque levantarse temprano, sin embargo lo hace y hasta se siente culpable de no darme de comer. Me baño y cambio dormida, recojo mi material: bolso (bolsa grande), carpetas de asistencia, libros, cuaderno de clases, audífonos, dinero y salgo.

Camino a la esquina para tomar el bus que me lleva a la estación, la espera 'desespera', mas me demoro aguardando dicho bus que llegando a mi destino. Siempre está lleno, siempre hace frio y el cielo está nublado. La gente habla poco, casi duerme, mira lejos.

Llego a mi destino.

Aguardo un par de minutos mas, llega el colectivo intermunicipal, el auxiliar gritando Sabanalarga, Baranoa, Campeche. Subo, buscó un lugar con ventanilla, casi siempre al lado derecho. Me acomodo, veo quienes están y decido si sacar mi material o escuchar musica de inmediato, casi siempre hago lo primero.

La salida de Barranquilla es mi parte 'menos favorita', el bus va lento, casi sin ganas de seguir, el trafico es pesado, la 'bulla', la gente corriendo como zombies tratando de llegar a su destino. Uso esos quince minutos para leer, repasar mis clases, lo que daré esta y la otra semana. Cuando termino estamos llegando al puente de la Circunvalar, se recogen los ultimos pasajeros y saco mis $3000, exactos, para evitar pagar $600 de mas.

Y justo ahi empieza lo verde, el monte, las fincas, lo 'poco' tocado por el hombre, empieza esa parte del Atlantico que no muchos Barranquilleros conocen, yo lo veo cada semana y lo disfruto, me imagino que hay mas allá, donde estará Puerto Colombia, quien vive cerca.

En la carretera encuentras de todo, ademas de fincas, casas humildes, ventas ambulantes de comida, quesos por lo general. El que pide el chance a $500 hasta Galapa, el que se sienta a abanicarse cuando hace calor, el que mira lejos los buses que pasan y nosotros a 80 Km/h aguardando nuestro destino.

Primera parada (si nadie se baja primero) Galapa, cuando paso por Galapa siempre recuerdo el primer carnaval de la 44 al que fui con mi papá, pasaron muchas comparsas de dicho pueblo y todos gritaban que dejaron a Galapa sola. Para mi es muy chistoso, es una buena memoria, de esas cosas sencillas que siempre atesoraré, y que a veces, durante algunos sábados tristes me saca una sonrisa.

Pasando Galapa, unos diez o quince minutos después está el peaje, y en casi nada estamos en Baranoa. Este ultimo municipio siempre está despierto, hay paraderos turísticos y restaurantes a cada lado, un par de estaciones de servicio y gente a lado y lado de la carretera. Baranoa me trae buenos recuerdos, he ido varias veces, he comido en la plaza, he estado en conciertos, incluso fui a concierto de 'Metal' en un bar perdido. En dicho entonces ese pueblo era para mi tierra perdida, ya no lo es tanto, es agradable.

El próximo municipio es Campeche, y siempre siempre, sonrío, porque canto Lady Gaga, grito en silencio 'Campeche Show Me Your Teeth'. Chiste interno, chiste ankiano = sonrisa segura.

Pasar por campeche significa una cosa, Sabanalarga está cerca, reviso la hora y chequeo que no sean las 8:00 a.m aun, detesto llegar tarde.
Una vez el bus entra al municipio demoro al menos cinco minutos mas, me bajó unas cuatro cuadras entes de mi destino y empiezo a esquivar motos, las cuales abundan en Sabanalarga. Apuro el paso, miro la olimpica y me da la sensación de que estoy en Quilla, en algún barrio al sur tranquilo y con casas espaciosas, como la Union o las palmas.

Debajo del árbol al lado del colegio están los mismos tres alumnos tempraneros, con los cuales espero que llegue la encargada de cuidar la sede donde doy clases de ingles. A eso de las 8:15 a.m empiezo mi clase, veo sus miradas cansadas y con sueño y me animo a sacarles una sonrisa, a que la levantada valga la pena. A veces me pongo intensa cuando no estudian, me toca ser fuerte y regañarlos porque se pasan, pero se despiden con cariño, me quieren, o al menos me aprecian.

Las horas se van volando y llega el segundo grupo, el de los mayorcitos, el mas variado y chistoso, siempre quieren sacarme risas, los cuentos de las corralejas nunca faltan.

Llega el medio dia y debo regresar, la mañana pasa volando. Tomo una moto, ya sea la de mi estudiante u otra y me apuro a llegar a la estación, el canto es otro, esta vez es Barranquilla.
Desde pequeña me sorprendía pensar que estaba lejos de casa, que la vida siguiera en otro lado, que el mundo fuese amplio y desconocido, aun sigo siendo esa nena de diez años que se sorprende con los pasos que realiza.

Subo al bus, ventana, lado izquierdo. Otra hora pasa volando, estoy algo cansada, tengo hambre y algo de sueño, pero mi misión por ese sábado ha culminado. El peso de la responsabilidad es menor, y el siguiente fin de semana se hace lejano.

Llego mas o menos a la 1:30 p.m a mi rutina 1.0 y 2.0, poniendome al dia con el mundo y los que me rodean, que por seis horas, cada sábado, desaparecen ... siempre un poco.

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