lunes, 8 de agosto de 2011

Lost in Tayrona


Hace poco mas de un mes estuve en el Parque Nacional Tayrona por primera vez en toda mi vida.

A pesar de ser Barranquillera de nacimiento y vivir a escasas horas del lugar, jamás tuve el chance de ir.

En el mas loco y extraño desarrollo de eventos y terceros aleatorios, logré empezar mi viaje.

Sin mucho dinero disponible, de hecho gasté mas de lo que debía, algo cansada y atolondrada me fui con la esperanza de regresar distinta.


El primer día fue caluroso y exigente. Soy una mujer sedentaria, mi pasatiempo es estar frente a Snowball, de cosa camino a tomar el bus para el trabajo y viceversa, no hago deporte, mi estado físico apesta. De manera que la caminata por el camino peatonal fue cansona, y hasta me dio miedo tener que sortear tanta roca. Inspirada por ciertas circunstancias me animé a tomar buen ritmo y superar a las familias felices.


Llegamos al paraíso, a Arrecife, entre mosquitos y gritos de SOY GORDA.


Armamos la carpa, aguantamos calor, y en ultimas salimos a explorar, o por lo menos yo a descubrir con mis ojos lo que había visto en las fotos de mis amigos en fb.

El tay tay era de verdad, aunque nublado no perdía su belleza. El clima estaba loco, la lluvia era mas que evidente y el mar inquieto.


La premisa era clara, durante ese recorrido aprendería a sortear el camino pues al día siguiente seria Anka and the park.


Y si, otra serie de circunstancias que a nadie le interesa apuró mi salida bien temprano hacia Cabo. Sola logré sortear los obstáculos, el barro, las rocas, los caminitos que a veces tentaban a perderme, los hombres raros con propuestas raras, la arena ardiente del medio día, la piedra de Carlos Vives que me hizo quedar como lela caminando hacia a Cañaveral, los hipsters internacionales que generaban desconfianza, las hormigas después de la piscina, el calor, la sed, el cansancio.


Sola, logré pasar un día loco pero absolutamente exquisito, pues encontré lo que buscaba sin saber que lo buscaba. Tuve un encuentro alejada de mi zona de confort, del desorden de mi cuarto, de la virtualidad insulsa que me rodea, de la música, de mi familia y de mis amigos.


Hice click existencial en la piscina, rodeada de viejitos coletos y gente feliz. De repente entendí todo y a todos. Le di un vuelco a mi experiencia y sonreí con sinceridad, sonreí ampliamente, sentí algo que se me movia en el pecho con infinita alegria y calidez.


Sentí paz.


El camino continuó, tuve dos días mas de experiencias, de nuevos amigos, de corales y mar abierto. De bailar al ritmo de Lykke Li en Cabo, recordando a todos y cada uno de los seres a los que quiero, tomando cervezas, comiendo gomitas derretidas, choco choco late y el atún de limón (que me demoré en escoger casi una hora). Brindando con un Gold cada vez que salía del pedacito Brutal Death Metal y tarareando We Are The Champions por el logro.


Si regreso jamás será igual, por mucho que ame a mis 'llavecitas', mi primera vez en el Tay debía ser así. Una experiencia de Anka para Anka frente a la naturaleza.

Prometí volver y espero aprender mas del mundo y sus ocurrencias, sobre todo de las mías, en el paraíso.



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