Hoy, hace un año y cinco meses para ser exactos, Camilo y yo aterrizamos en la ciudad de la furia.
Era medianoche, teníamos casi ocho horas de viaje, entre adormilados y maniacos por la emoción, Buenos Aires nos recibió con una noche calurosa que nos tomó por sorpresa.
Después de dos despegues y sus correspondientes aterrizajes, llegamos. Era de verdad, estábamos en la ciudad en la que tanto nos imaginamos.
Nuestras motivaciones eran diferentes, también nuestros objetivos. Cada uno venia con su respectivo equipaje de emociones encontradas, pero en la soledad de la distancia, logramos conectarnos y ser complices de este gran y nuevo capitulo de nuestras vidas.
Hoy me parece mentira todo esto, a veces debo pellizcarme y darme cuenta que es verdad, que no es sueño, que estamos aquí a pesar de todo el esfuerzo, las lágrimas, las alegrías y las tristezas que conlleva el dia a dia de la vida.
Hoy es una noche distinta, es fría, húmeda y alocada, como cualquier otra noche en esta zona de la ciudad. Ya no tememos a los colectivos, nos movemos entre las calles como si hubiésemos nacido aquí, y sin embargo, nuestra belleza, andina (la de él) y tropical (la mía) nos distingue.
Hoy estoy llena de emoción y tranquilidad, de calma y expectativa. El dia a dia sigue y hay mucho más por lo cual luchar.
ese destino de furia es lo que en sus caras persiste
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