Odiaba los libros porque pasabas las tardes leyéndolos en la hamaca, no entendía porque preferías leer que hablar conmigo. La verdad es que siempre estuviste pendiente de nosotros, pero esa media hora en la que tomabas la vieja edición de Cien años de soledad de tapa marrón se me hacia eterna.
Un buen dia decidí leerlo, solo por llevarte la contraria y decir que era aburrido. Para mi sorpresa y mis escasos años, lo amé desde la primera página. Era un pergamino indescifrable, con palabras salidas de otro mundo, que aun no conocía y entendía. Tu estuviste a mi lado, respondiendo mis dudas y alimentando mi pasión por los libros.
De ti aprendí muchas cosas, y aun sigo aprendiendo.
Estar lejos de casa me hizo comprender tanto, sobre todo lo que has vivido para sacarnos adelante. Te agradezco todo lo que me has dado, todo lo que me has enseñando, la paciencia, el cariño, y sobre todo la confianza, el hecho que creas que soy capaz de hacer lo que me propongo.
Gracias por luchar por mi, ahora es mi turno de luchar por ti.
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